Nos falta un guardián entre el centeno

EFE/Alberto Estévez

EFE/Alberto Estévez

Por Víctor Llano

Lo más probable es que muchos de los que lean este artículo sepan quién es Holden Caulfield. Pues bien, como él, “cuando de verdad me preocupa algo no me ando con bromas”. Y esta semana ocurrió un hecho que me preocupó muchísimo. Ver cómo una multitud acompañaba a un imputado a declarar ante la Justicia es para preocuparse. Más cuando el imputado es la persona que representa al Estado en Cataluña.

En mi opinión Mas debe preocuparse más de los de la CUP que de los jueces; en cualquier caso, inhabiliten o no al presidente de la Genaralitat en funciones, el daño ya está hecho. Tardaremos en olvidar cómo tras declarar en el juzgado de turno saludó a sus compañeros de viaje. ¡Qué agradecido! ¡Qué delirio! Lo de aquella mañana parecía más que amor, frenesí. Mas que Barcelona, Pionyang.

No me negarán que no es para preocuparse. Por todos. Por los catalanes y por el resto de los españoles. Por todos nosotros. Sin embargo, la marea sube, y sube, y sube, y nadie nos aleja de la playa. Ahí seguimos, esperando que baje. ¿Y si no baja? ¿Y si como parece insistirá en subir? ¿En qué país en el que las autoridades se preocuparan por la seguridad jurídica permitiría la Policía que miles de personas coaccionaran a los jueces acompañando a un imputado a declarar ante ellos?

Años atrás vimos como no más de dos docenas de ciudadanos gitanos acompañaban a un amigo con posibles a declarar ante el tribunal. Recuerdo que en muchos comentarios se calificó de intolerable. No volvió a ocurrir. Hasta esta semana. Lo sé. No eran gitanos. Y no dos docenas, miles. Tal vez por eso nadie les pidió que se identificaran. Eran muchos. Y acompañaban nada menos que a un presidente. Al suyo. Y él no lo evitó. No se opuso. Lo agradeció, si no emocionado, al menos, aparentándolo. ¿Para qué impedirlo? ¿Cómo escandalizarse después de tanto de todo? Mejor dejarlo pasar. ¿Para qué preocuparse si es más de lo mismo?

Eso es lo preocupante. Nos hemos acostumbrado a más de lo mismo. Peor. Desde este jueves, a mucho más de más de lo mismo. Y nadie para la marea. Nadie dice basta. Ni unos ni otros. ¿A qué jugamos? En el mejor de los supuestos, ¿cómo gestionar la frustración de los dos millones de personas que compraron el humo que les vendieron unos irresponsables? Sin embargo, esperamos. Siempre esperamos. Ahora al 20 de diciembre. Rajoy, como buen estafermo, no tiene prisa. Será que no le gusta tanto como a mí la Catedral del Mar. O que como yo, no piensa que Barcelona es, de las grandes ciudades, la más bonita y la más española de España.

Rajoy no se parece a Holden. Creo que si Caulfield existiera y fuera español, no tomaría a broma la deriva independentista que corre por las calles de Cataluña. Esta novela puede acabar muy mal. Nos falta un guardián entre el centeno.