Por Luis Ordóñez Fernández
Cuando ayer vi el acto de Barcelona, sentí vergüenza y bochorno ante tanta impostura y tanto montaje. Esos bastones recuerdan a los momentos más oscuros de nuestra historia y de la historia colectiva europea, donde se trataba de ganar en la calle y con la movilización contra natura. Lo que nadie puede desvirtuar ni manchar es la independencia de los jueces. La imagen era casi de vodevil, pero de los malos, como en una república bananera donde el dictadorzuelo de turno se pasea entre sus seguidores y guardaespaldas en medio de un pueblo entregado, muchas veces por la hipnosis colectiva o por la fuerza.
Han perdido la brújula, y lo que es peor, nadie les ha puesto freno con la ley en la mano.