Athletic txapeldun

Reuters/Vincent West

Reuters/Vincent West

Por Pablo Díaz-Pintado

El pasado mes de agosto muchos aficionados al fútbol, que no somos seguidores del Athletic Club, festejamos su éxito en la Supercopa de España tras lograr una goleada histórica en el nuevo San Mamés y empatar con un digno epílogo en el Camp Nou. Bien es cierto que algunos de los que nos alegramos del triunfo rojiblanco lo hicimos, exclusivamente, por la satisfacción de ver vapuleado al Barsa. Pero ya se sabe que el fútbol, y no sólo la política, hace extraños compañeros de cama. ¿O será que el deporte rey, parafraseando a Clausewitz, es también la prolongación de la política por otros medios?

En cualquier caso, los leones pusieron fin brillantemente a una sequía de títulos que duraba 31 años y recordaron, sospecho que con nostalgia, que hasta mediados de los años treinta del siglo XX podían presumir de ser el primer equipo de España y hasta bien entrada la década de los cincuenta, de compartir ese privilegio con el Barcelona.

En la posguerra franquista, cuando aún no había hecho acto de presencia siquiera la televisión en blanco y negro, el Athletic superaba en títulos ligueros al Real Madrid e igualaba al equipo blaugrana. En 1956, tan solo unos meses antes de que Radio Televisíón Española comenzara sus emisiones, el conjunto entrenado por el checoslovaco Ferdinand Daučík conseguía su sexto título de liga con el equipo de los “once aldeanos”, según la expresión acuñada por el entonces presidente bilbaíno Enrique Guzmán, un bloque liderado por el portero Lezama y el capitán Gaínza que, con esa sexta liga, alcanzaba en el palmarés al Barsa y conseguía aventajar en dos entorchados al Real Madrid y al At. Madrid.

Desde aquel entonces, el Athletic de Bilbao ha ganado dos ligas, a principios de los años ochenta, mientras que el Real Madrid ha logrado 28, el Barcelona, 17, y el At. Madrid, seis. En la actualidad, ocupa el quinto puesto de la clasificación histórica del Campeonato Nacional de Liga, tras el Real Madrid, Barcelona, At. Madrid y Valencia. Pero eso no es lo peor, ya que si la trayectoria se ciñera a los títulos obtenidos en los últimos 30 años se vería superado, además, por otros equipos como el Deportivo de la Coruña, Málaga, Español, Zaragoza, Mallorca, Real Sociedad, Betis y Sevilla, o sea, una docena en total.

La explicación a ese profundo y pronunciado declive, pese a gozar de uno de los seis o siete presupuestos más elevados de la Liga, es que la particular idiosincrasia del club no permite fichar a jugadores que no tengan ascendencia vasca o que no hayan sido formados en su cantera, en los clubes de la denominada Euskalherria (Araba, Bizcaia, Gipuzkoa, Nafarroa, Nafarroa Beherea, Lapurdi y Zuberoa).

Recientemente, al hilo de esa especial manera de hacer de los bilbaínos, que algunos llaman valores y otros xenofobia o discriminación, mantuve una discusión con unos amigos. Quedaba claro, en opinión de unos, que el club tenía un enorme mérito por haber sido capaz de construir un equipo de “once aldeanos” y pasarse por la piedra al Barcelona, que diría Guzmán. Era evidente en cambio, para otros, que el Athletic no era más que un equipo de millonarios, ayudado descaradamente por las administraciones públicas vascas, que rapiñaba en las canteras de los clubes vecinos aprovechando su más abultada economía. Una institución, además, politizada e imbuida de un ideario nacionalista y, por tanto, excluyente, de inspiración filonazi o sabiniana. En este punto, debo reconocer que la discusión se acaloró un poco.

Unos días después, pensando en lo dicho, se me ocurrió un juego dialéctico, que me pareció sencillo, pero certero. Tan sólo hay que plantear una pregunta… y atreverse a responderla. ¿Qué ocurriría si ningún equipo de España -y, por extensión, del resto del planeta- permitiera fichar a jugadores que se hubieran formado en la cantera del Athletic de Bilbao, en los clubes de Euskalherria o que tuvieran una sola gota de sangre vasca?

Es decir, ¿qué ocurriría si los demás hicieran lo mismo que ellos, pero a la inversa? No lo duden, se consideraría contrario a la Declaración de los Derechos Humanos y a todas las constituciones democráticas occidentales. Un acto de xenofobia injustificable y repudiable desde todo punto de vista. Una discriminación vergonzosa, en definitiva. Ya lo dijo el gran Aduriz tras el partido en el Camp Nou. “Somos nosotros contra el mundo”.