Por Víctor Llano
Tras grabar un programa de televisión con el líder de Ciudadanos, Pablo Iglesias reconoció que Albert Rivera le cae muy bien. A pesar de lo mucho que les separa, hablará con él porque “es una buena noticia para España que lo nuevo se abra paso”. Por supuesto, Iglesias se considera a sí mismo “nuevo”. Y ya resulta aburrida su insistencia en una trola que desmiente su biografía.
Tal vez Podemos, en conjunto y más allá de sus líderes, se pueda presentar como algo nuevo, no Iglesias. ¿Pretende que toda la vida lo compremos como nuevo? ¿Acaso no lo era cuando asesoraba a Izquierda Unida? ¿Es nuevo su discurso? ¿Nueva su justificación de gobiernos liberticidas? Poco tiene de nuevo Pablo Iglesias.
Y de Albert Rivera podemos decir lo mismo. Nuevo era cuando se comprometió en una estúpida aventura con un invento que se conoció como Libertas. Entonces sí era nuevo. Y tal vez por nuevo se equivocó. Ahora es nueva su afortunada rectificación. Y la celebramos.
Es probable que algún día, tal vez próximo, Albert Rivera o Inés Arrimadas gobiernen en España. Y será bueno si le restan poder a un Estado que renunció a investigarse a sí mismo. Bueno será si dejan el dinero y las libertades en manos de sus dueños. Será bueno no por nuevo, por bueno.
Tanto a Pablo Iglesias como a Albert Rivera les consta que mil veces se desmintió la patraña de que todo lo nuevo, solo por serlo, es bueno. Más en el tiempo de la televisión. ¿Cuánto tardamos los ciudadanos en ver viejos a unos señores que aparecen constantemente en programas de televisión? ¿Dos meses? ¿Cinco tertulias?
Ya no es primavera ni en un gran almacén. Como el presente, lo nuevo ya pasó. Necesitamos más filosofía y mucha menos propaganda. Conozco a ancianos que por sabios y libres son más nuevos que Iglesias y Rivera. Mejor que se olviden de presentarse como nuevos y que nos hablen de lo que piensan hacer si llega el día en el que puedan hacer algo por los españoles. Eso es lo que nos importa. No si son nuevos o usados.