Tarde para la ira

Cartel de 'Tarde para la ira'/ ecartelera.com

Cartel de 'Tarde para la ira'/ ecartelera.com

Por Gerardo Gonzalo Pérez

Hay muchos ejemplos, especialmente en Hollywood, de actores que como Clint Eastwood, Robert Redford, Mel Gibson, Ben Affleck, etc etc han brindado horas de buen cine al espectador cuando se han situado detrás de la cámara.

En España, no hay tantos ejemplos en este sentido, pero viendo los antecedentes de un gremio como el actoral que no deja de dar grandes directores, siempre sigo con máximo interés el debut de un actor en la dirección, que es lo que aquí sucede con Raúl Arévalo.

Después de ver la película Tarde para la ira, puedo decir que las expectativas no sólo se han cumplido, sino que se han superado. En mi opinión, nos encontramos ante una de las películas españolas más importantes de los últimos años.

Un guion simplemente perfecto, que desarrolla una historia muchas veces contada, pero que esta vez se eleva a cotas de máxima excelencia, con los mejores elementos de emoción de un thriller de altura, pero dotados de una estética de verismo granulado que sumado a unas interpretaciones naturalistas, y unos personajes muy potentes, convierten a este film en una pieza singular de personalidad propia que trasciende varios géneros cinematográficos.

Es una película de una tensión contenida, latente desde el inicio a través de la mirada de Antonio de la Torre, pero que cuando explota, nos recuerda a esas grande secuencias que tienen las películas de Tarantino. Esto mezclado con el elemento racial del cine de Saura, y tamizado con ese hiperrealismo social propio del cine de Jacques Audiard, pasado en esta ocasión por el filtro de los hermanos Dardenne, nos brinda un film singular, una pieza única.

Resumiendo, gran película, enormes actores, emoción, drama, tensión, y un permanente dilema moral lanzado al espectador que hace que la historia apasione e incomode a partes iguales. Un film donde no hay buenos ni malos, solo víctimas.