Hagamos algo este año

REUTERS/Alkis Konstantinidis

REUTERS/Alkis Konstantinidis

Por Teo Peñarroja Canós

Ya se levantan, resacosos, los que han sobrevivido a esta noche de Fin de Año. La marcha Radetzky para orquesta y palmas del público, dirigida por Mariss Jansons, saluda al personal. El Papa Francisco, en este día que la Iglesia consagra a Santa María, da la bendición ante los ojos atentos de todo el mundo.

Los más horteras, cuando se duchen esta mañana, se quitarán la lencería roja. Los anfitriones de las fiestas de anoche se comerán las uvas que quedaron. Los más fantásticos han hecho sus listas interminables de buenos propósitos, y quien más, quien menos, todos hemos pensado alguna cosa que nos gustaría cambiar este 2016. Pero esta tarde, después de la siesta, volverá la rutina y el mundo seguirá exactamente igual. El amigo que se propuso adelgazar 15 kilos tiene que adelgazar ya 16, los semáforos de la avenida de mi pueblo seguirán descoordinados, a ver qué pasa con el ERE de la prima, nuestros políticos ahí van, haciendo y deshaciendo, hablando y deshablando, y donde dije digo, digo Diego, y ancha es Castilla y Espanya ens roba, y a ver Arturo en qué queda con los perroflautas.

Y África sigue tan negra como siempre, y a nadie le importa lo que pasa al Sur del Mediterráneo, salvo cuando Boko Haram hace alguna (otra) masacre. Entonces nos lo cuenta en esta casa Gonzalo Araluce, y nosotros lo leemos en nuestras tablets/smartphones/ordenadores, al lado de la estufa, y nos ofuscamos unos minutos, si eso, y seguimos con nuestra vida.

DAESH sigue siendo noticia sólo por si acaso… por si acaso atentan en París otra vez, que mientras no tengan pretensiones de nación ni molesten mucho en Occidente (nótese que el mundo es esférico, ¿quién dijo dónde está Occidente?), no importa que unos fundamentalistas –se llamen como se llamen- maten o torturen a unos pobres desgraciados en uno de esos países que acaban en –tán y que en Europa nadie conoce porque “eso antes era todo la URSS” o bien “no nos lo enseñan en el cole”.

Pues con los pies en el suelo y la cabeza muy en la luna, le pido al 2016… ¡Qué narices! Le pido a Dios Nuestro Señor que este año que hoy estrenamos nos dé la gana ser mayores y salir de nuestra comodidad. Que sepamos cuáles son esos países que acaban en –tán, y distingamos un chiita de un sunita, un iraní de un libanés, el Islam del islamismo… Y que hagamos algo.

Vivimos en el siglo de la comunicación. Si la sociedad civil no mueve el mundo es por holgazanería. Si los gobiernos no se mueven, hagámoslo nosotros. Si han llegado a Europa alrededor de dos millones de refugiados y la UE ha reubicado a menos de 200, es responsabilidad nuestra hacer algo con todas estas personas, al menos porque están en nuestras casas, porque se mueren en nuestras fronteras y sus cadáveres llegan a nuestras playas.

No me extrañaría que la imagen de Aylan Kurdi fuera declarada imagen del año por sabe Dios qué revista americana, pero ojalá no se quede en eso.

El 15 de octubre, cuatro amigos, todos estudiantes de Periodismo, decidimos involucrarnos y hacer lo que se nos da bien: informar. Enterarnos e intentar que los demás se enteren. Por eso creamos Je Suis Réfugié (www.jesuisrefugie.com), porque queremos cambiar las cosas. Es posible cambiar el mundo en nuestro siglo, que está sembrado de maldades, pero pone al alcance de cualquier mano hacer cosas grandes. No hay excusa. Cada cual tiene que dar una respuesta.

Mi deseo para este 2016 es que todos nos formemos mejor. Que nos enteremos mejor de lo que pasa en el mundo. Que la información es poder. Que una sociedad civil que sabe lo que pasa, en el mundo en el que vivimos, puede decidir, de verdad, su futuro. Nunca fue tan verdad como ahora que podemos decidir el siguiente paso hacia eso tan oscuro que es mañana. Y tampoco nunca antes mañana había importado tan poco a nuestros contemporáneos.

Eso pido. Que en el 2016 nos importe un poco más futuro. Y, para eso, que conozcamos mejor el presente.