Pacto por la nación

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Por Manuel Peñalver Castillo

El sol del invierno, la taza de café con leche, el zumo de naranja, el periódico, el mar, el olor a pescado de la subasta, el reloj que mide las horas en su apogeo, la poesía de Keats, un haikú en su verdad. James Salter y Raymond Carver, en el preciso momento en que empezamos a escribir este artículo. La tecla «intro» es como la memoria que nos devuelve los versos olvidados para convertirlos en horizontes cercanos que cruzan la tarde para divisar Ítaca.

El 20D ya es pretérito perfecto, con letra mayúscula en su versión original. Como siempre ocurrió al analizar los resultados, todos los partidos han ganado. Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera no cesan de recordarlo. Pero las verdades a medias son peores que las mentiras. El presidente en funciones del Gobierno se presenta como hombre de Estado. Mas la nación necesita un punto y aparte. España pide a gritos un pacto que construya y no deconstruya, que resuelva y solucione.

Son muchos los problemas y una generación, la de los jóvenes, que no puede esperar más, porque el paro la está destruyendo. La crisis no se puede dar por terminada, mientras que un sector de la población tan representativo tenga cercenada la esperanza. El primer empleo no llega. Las expectativas están llenas de largas curvas y el tiempo pasa sin desvelar el futuro. PP, 123 escaños, PSOE, 90, Podemos, 69, Ciudadanos 40, IU, 2. Los mensajes se caligrafían con la sintaxis del poder antes que con la realidad textual de lo que demanda el pueblo, que ha votado a cuatro en lugar de a dos como otrora. «La vida no es un sueño, pero puede llegar a ser un sueño», escribía Novalis.

¿Son Rajoy y Sánchez los líderes apropiados para intentar formar gobierno en la España de 2016? Hay interrogaciones que dejan la respuesta a la intemperie de los puntos suspensivos y a las palabras con el pasaporte de la abstracción cuando intentan ir más allá de su frontera. «Escribe de tal manera que te pueda leer un lechero de Ohio», le aconsejaba Web Miller a Indro Montanelli. ¿No tendría más relación con el porvenir de la nación que don Mariano dejara paso a una persona de su partido, o incluso a un independiente, para comenzar el diálogo que logre la estabilidad parlamentaria?

Una personalidad con «auctoritas», que represente la renovación, la democracia interna y la regeneración con un nuevo proyecto político. No va por la senda equivocada Íñigo Errejón, cuando afirma que hay que pensar como presidente en una figura independiente que contente a todos los sectores. Las conversaciones en distintos círculos se suceden para coincidir y acordar. La retórica es fulgurante y el suave resplandor del atardecer convierte la política en teoría kantiana. «Los conceptos erróneos no se admiten. Nosotros nos podemos equivocar, pero España no», dicen quienes aspiran a que se les escuche y se les tenga en cuenta, puesto que creen llevar la razón. No preocupa la polémica, sino lo que subyace en la existencia real.

Las negociaciones pueden ser largas, mas unas nuevas elecciones tienen un precio muy alto: 169 millones de euros. Ha llegado el momento de esbozar una leve sonrisa y de releer a Lucio Anneo Séneca. «El lenguaje de la verdad debe ser, sin duda alguna, simple y sin artificios», argumentaba el filósofo. Palabras hermosas en las que no sobran verbos ni adjetivos, ni faltan sinónimos y antónimos. Es la redacción final de un pensamiento para señalar con exactitud lo que es y lo que no.

Acabo de recibir un mensaje en el móvil. He pedido otra copa de bourbon. Me quito la corbata y cuelgo la chaqueta en la percha. He terminado de leer el periódico. La tarde no se detiene ya en la representación de los segundos. Rajoy quiere seguir. Albert Rivera no es John F. Kennedy. Pedro Sánchez sueña con formar Gobierno. Pablo Iglesias tiene un as en la manga. En diciembre, la lluvia es una metáfora que se desdobla.

«El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer», dijo Larra. Las bibliotecas se disputan la frase. Fígaro, en su sabido nombre, es el columnista que seguimos leyendo todos los días. Borges y Buenos Aires, Joyce y Dublín, Dickens y Londres. Larra y España. «1984» de George Orwell. La firme voz del nuevo siglo no se desvía de su curso cotidiano. Alonso Quijano vuelve de su destino. La meta nunca puede ser el olvido. La política no es falsa, ni verdadera. Es incierta. Un símbolo, en el que todos nos reconocemos. «Hay mundos en consonancia con Cheever, Updike, Singer, Stanley Elkin, Ann Beattie, Cynthia Ozick, Donald Barthelme, Mary Robinson, William Kitredge, Barry Hannah, Ursula K. LeGuin...». ¡Que 2016 nos sea propicio!