Los cristianos tienen los papeles en regla

Por Pedro Peral

Conmemoramos estos días, en torno al nacimiento de Jesucristo, una serie de hechos, que por la cantidad de documentos que nos ha legado la Antigüedad podemos afirmar que la existencia histórica de Jesús de Nazaret es incuestionable; no puede negarse con ningún testimonio medianamente riguroso.

Así, el Evangelio de San Lucas nos sitúa el nacimiento de Jesús con una perfecta datación de unos hechos que narra con la precisión del buen historiador:

“Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino”.

Era obligatorio inscribirse en el censo de su ciudad de procedencia. José, de la casa de David, subió con su esposa, que estaba encinta, desde Nazaret, donde residía hasta Belén, donde le llegó la hora del parto. Hecho que los cristianos reproducen plásticamente en los belenes que se montan en sus hogares, como epicentro vital del navideño reencuentro familiar.

En el capítulo tres, encontramos la colocación temporal del Mesías en la historia universal en el siguiente párrafo:

“El año quince del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, Herodes virrey de Galilea, su hermano Felipe virrey de Iturea, y Traconítide y Visando virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto”

La realidad histórica de Cristo no solo está documentada en fuentes cristianas; también lo está en documentos extrabíblicos. El Talmud, libro que recoge las tradiciones judías, habla de su nacimiento en Nazaret. Flavo Josefo, en sus Antigüedades Judaicas, se refiere a Jesús también con datos precisos, como el de la muerte en la cruz por orden de Poncio Pilato. Lo mismo se puede decir de otros historiadores romanos, como Tácito o Plinio el Joven.

La fuente de cualquier investigación histórica son los documentos que nos den, con certeza, las dimensiones de tiempo y espacio. El contenido histórico del Nuevo Testamento se encuentra respaldado por 5.300 manuscritos, con copias, en griego, y más de 9.000 en latín.

Por su parte, uno de los libros mejor conservados es la Iliada, con apenas 700 códices. De Aristóteles tenemos 49 códices y de Platón, 7, lo que demuestra la superioridad testimonial del Nuevo Testamento sobre otros escritos de la Antigüedad.

Todo ello asevera que la figura de Jesús no fue un “invento”. Tampoco es admisible que fuese una figura mitificada. Era Hijo de Dios y hombre: no hay en los Evangelios ni una sola página en que apareciese sólo como hombre. Por otra parte, el Evangelio de San Mateo fue escrito en los años cincuenta, con miles de testigos de los milagros de Jesús todavía vivos - algunos de ellos morirían mártires -, lo cual rechaza todo intento de mitificación.

En conclusión: se puede afirmar que los cristianos “tienen todos los papeles en regla”.