Los que van a morir

Reuters

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Por Juan Pablo Sánchez Vicedo

No sé si vivirán cuando esto se publique. En Arabia Saudí los periodistas hacen lo que pueden y los anglosajones siguen dando lecciones a los españoles, empeñados en no hacer caso de algunas tropelías perpetradas en aquel reino petrolero. Daily Mail, The Guardian e Independent, por poner ejemplos, han denunciado la condena a muerte de un chaval que tenía quince años cuando fue detenido. Abdullah Al Zaher tiene ahora dieciocho y lo van a decapitar un día de estos. Forma parte de un grupo de cincuenta y dos condenados por manifestarse en 2012 contra el gobierno. La “Primavera Árabe”, se decía. En aquel sistema judicial te detienen, confiesas mediante la tortura, te juzgan a puerta cerrada y te ejecutan en público. El verdugo es polivalente y lo mismo azota que corta cabezas y crucifica después el cuerpo del decapitado. A Abdullah lo decapitarán como a Ali Al Nimr y a Dawood Al Marhoon, también menores cuando los detuvieron. De estas cosas se entera uno por casualidad, rastreando la cuenta de algunos tuiteros bien informados y, tirando del enlace, se llega a la web donde la información fluye casi siempre en inglés. Los pocos medios que lo hacen en español tocan de oído.

En cuestión de derechos humanos y solidaridad internacional somos muy flojos. El liderazgo occidental lo ostentan, como en casi todo, el Reino Unido y los Estados Unidos. Se objetará que en la mayor parte de los estados de esa república hay pena de muerte y es verdad, pero la comparación con las teocracias del Golfo Pérsico y los bajalatos de medio mundo es inadmisible. Los norteamericanos tienen un sistema que, con los defectos de cualquier tinglado humano, puede llamarse judicial, y en todo caso hay controversia y recursos legales para revertir lo que tenga de inaceptable. En España nos hemos civilizado más tarde de lo conveniente, pero estamos donde había que estar y mejoraremos con el tiempo.

Creo en la globalización y espero de ella una difusión de los valores que han hecho de Occidente, digan lo que digan, la civilización que mejores medios procura para buscar la felicidad. No podemos conformarnos con la libre circulación de capitales como si el libre comercio fuera la única posibilidad o el único objetivo. Ahora las democracias están demasiado pactistas con algunas dictaduras cuyas castas dirigentes se lo están llevando crudo, aunque no tanto en el caso saudí, que el otro día se lo dijo el rey Salman a nuestro emérito Juan Carlos: “No es el mejor momento para hacer negocios aquí”. No sé dónde se han metido los que vaticinaban que pronto se secarían los pozos de petróleo, pero nunca se habían producido tantos barriles ni a costes tan bajos como ahora. El gran acontecimiento geopolítico del siglo XXI es el “fracking”, que cabreará mucho a los ecologistas pero está recomponiendo los viejos equilibrios mundiales en detrimento de algunas de las peores dictaduras. El mejor legado de Barack H. Obama es haber convertido a Estados Unidos en el primer productor de petróleo, rompiendo su dependencia de las teocracias árabes, que ven mermada su capacidad de chantaje además de sus recursos para financiar el islamismo.

La debilidad de los tiranos, su empobrecimiento y su descrédito harán un mundo más habitable si los occidentales perseveramos en los valores que han hecho de nuestros países los refugios preferidos por los que huyen de las guerras, de la opresión y de la miseria. No vivimos en Jauja pero tampoco emigramos a Cuba, a Siria o a Arabia Saudí. Conservamos la capacidad de presionar a nuestros gobiernos para que difundan aquellos ideales o al menos contengan la expansión de los que inspiran el abuso y la tiranía. Tenemos organizaciones no gubernamentales cuyos miembros arriesgan la piel en auxilio de los oprimidos. Y hay redes sociales que no solo sirven para compartir chorradas sino también para esparcir las noticias que no todos los profesionales difunden y que podrían salvar a algunas personas que no merecen morir.